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Mostrando entradas de noviembre, 2018

Veredas amarillas

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Domingo por la tarde en Chacarita. Bajé del colectivo como quien se deja caer en un tobogán hacia su próximo destino. En la esquina del Imperio había un hombre tratando de subir el pequeño escalón amarillo que lo separaba de caminar sobre la vereda. Miraba fijamente ese cordón como si de una gran muralla se tratase. Y yo, desde mi andar, lo miraba fijamente a él como si me llamara a gritos mudos. Me acerqué y en lo que desde afuera pudo sentirse como un minuto fugaz, viví un encuentro que me descolocó por completo. Me paré a su lado. Igual que él, con el inmenso y pequeño escalón delante: - ¿Necesita ayuda? - Un poquito - respondió él. Extendí el brazo y rodeé su cintura. Él, por su parte, tomó mi brazo con firmeza. De a poquito movió sus piernas. Pude ver en su rostro el dolor que eso le producía. Finalmente pudo subir a la vereda. Agradeció y seguí mi camino. A la cuadra pensé que colgué en preguntarle su nombre o ayudarlo quizás con comida o un remedio. También recordé el...

Océanos

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El viento de frente mientras se camina, el aroma salado que entra en la nariz, el pelo que comienza a revolotearse con el viento y un suspiro que termina en sonrisa. Ahí está, tan grande y soñado. Tan suyo y a la vez tan lejano. Amigo y enemigo a la vez. Tan grande que si miras al final se fusiona con el cielo porque lo llena todo. La llama y le dice con cariño "Venís? Dale, entra un rato y quédate para siempre en mi ritmo" Los pies que tocan la arena caliente y luego, más adelante, la fría. Los pies que juegan a esconderse y aparecer con el ir y venir de las olas. Cuando lo que se sentía frío se torna cálido y el tiempo parece detenerse ella encuentra infinitud. Nada pesa. Todo lo que en la rutina era grande como un mundo ahora es tan pequeño que ya se lo llevó la anterior ola que pasó. Ella se recuerda dejando su paso caer para luego emerger tan liviana que flota. Ahora es parte de la marea. Es un cachito del inmenso mar y por más que se aleje siempre distinguirá su v...

Peligro, mochilas

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"Yo voy a ir al colegio, después al otro colegio, a la facu y al trabajo tuyo. Voy a tener dos mochilas, una roja y una azul, igual que vos" Lo dijo Kiara, mi prima. Tiene cuatro años pero quiere tener veintiuno. Piensa en leer muchos libros, ser alta como la puerta, trabajar y estudiar en la universidad. Pero eso no le toca ahora. Ni siquiera debería planearlo. Nada pude decirle, salvo asentir, porque soy igual que ella. Me proyecto con mi marido, profesional y viviendo a las afueras de una gran ciudad. Pero eso no me toca ahora. Ni siquiera debería planearlo. El afán de controlar reduce el disfrute del tiempo y el espacio que toca por default en este cachito de historia. Somos un soplo de viento. Somos una flor de campo que hoy está y mañana ya no. Es cierto que hay un sentido de eternidad en cada corazón humano pero igual de cierto es que el tiempo que pasa no vuelve. Cuando me acuerdo de mi vida en España lo hago a modo de escenas cortas y rápidas. A veces se...