Muebles
La casa vacía que promete lo que no tiene. El amueblamiento convierte un lugar cualquiera en un lugar con pronombre posesivo. Mi, tu, su, nuestro, vuestro, suyo.
Cada modificación representa un fragmento del interior de quien amuebla. Diseñarse en una casa, formar un hogar con lo diseñado y vivir diseñando son etapas de un mismo proceso: hallarse.
Por eso los muevo, los pinto, los vendo y compro otros. Porque nunca termino de cambiar. El cambio ya forma parte de mi esencia, tenga o no un río al cual meterme. Negar esto es cansarse de diseñar, es dejar de aprender aunque queden hojas en blanco esperando ser escritas.
Asimilar el cambio constante da miedo, pero las posibilidades de mejora son infinitas. Si no te gusta cómo quedó un mueble lo cambias por otro. Si no te gusta algo de tu "casa" actual siempre vas a poder trabajarlo.
Está bueno empezar de cero. Está bueno vaciar la casa para llenarla sabiamente.
Dicen que el hogar está donde está el corazón. Dejaré con cuidado el mío aquí dentro para que se sienta cómodo y se deje mimar, moldear y sanar.
Me sabré terminada únicamente cuando terminen mis días. Hasta entonces, a decorar.
Pincel en mano o martillo
desayunando en la cama o en el piso.
Llenando de a poco lo vacío
me voy hallando en cuerpo y alma.
Mi casa. Así, con ese pronombre posesivo.

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