Pedagogías
"El mejor home office de la vida" - le escribí a mi amigo cuando me ofreció suplantarlo en la secundaria donde yo estudié y él da clases.
Después aceptar la propuesta vinieron los nervios. Siempre me gustó enseñar. Estudiar comunicación me aceitó en eso de las pedagogías. Pero lo miedos y las dudas llegan igual, no importa cuán preparada estés.
Me tomé la hora del almuerzo para tratar de enseñar algo eterno a treinta y dos chicas y chicos de quince años. No se si conoceré alguna vez el resultado de esa información. En mi carrera aprendí mucho sobre cómo filtramos, cambiamos, cuestionamos, incorporamos o descartamos todo lo que recibimos. Esa semiosis infinita avanza con todo el género humano y nunca se sabe las vueltas que puede dar.
Quizás la enseñanza eterna sea descartada como un chicle temporal que pierde rápidamente su sabor. Pero existe la posibilidad de que al menos un adolescente de los treinta y dos capte el mensaje detrás de las palabras y ejemplos. Si esto ocurre habrá descubierto un pista hacia un mensaje mayor que, me atrevo a decir, es de los más profundos que entendí en mi vida.
Como un mapa con pasos es el crecimiento. Como la sumatoria de experiencias la deconstrucción de paradigmas.
Espero, sueño, creo y confío en haber regado una vida con raíces profundas y futuro influyente. Tengo la certeza de que los eventos tienen un propósito que no solemos entender en el momento en que ocurren. Agradezco también al jardinero por darme su regadera por cuarenta minutos.
Se rieron de que les decía "chiquis". Así son. Pequeños por fuera, gigantes por dentro.
Me dejaron desarmada y se ganaron mi corazón.
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