Malvavisco


La vertiginosa rueda de actividades estaba fuera de control. El límite de velocidad había sido traspasado hace un largo tiempo. El año que empezó con pilas Duracell necesitaba una pausa y, cuando la mente no da cuenta de ello, el cuerpo se las ingenia para hacer notar su cansancio a quien lo porta.

Me cuidé de la gripe, el resfrío y la fiebre. Tapé mi garganta con suaves bufandas y revisé a diario el pronóstico para que nunca faltase el paraguas. De todas formas mi piel se irritó, se quebró, una bacteria se coló de imprevisto y ahora tengo el rostro cual malvavisco. La cara hinchada y dolorida pero también muchas cosas nuevas que aprendí e iré volcando en este sitio con el paso de los días.

Estacionada estoy en un periodo de sustituciones necesarias. No quiere decir que haya conseguido adquirirlas e interiorizarlas pero camino hacia eso.

Donde antes había maquillaje ahora, por necesidad, hay cara lavada.
Más tiempo de calidad que le gana al seguir sumando cantidades.
En vez de comprar sin consultar, administrar mejor lo que se tiene.
Y en el lugar de la exigencia quiero plantar paciencia.

Estar en una mejora continua involucra la acción y la disposición a adentrarse a repensar estructuras donde, por costumbre, es fácil sentirse a gusto. Se huye de la incomodidad pero no se habla de la incomodidad de dejar las cosas como están. Me posiciono en contra de responder únicamente con mi bagaje histórico. Quiero un equipaje ligero, adaptable y que cada vez se vea mejor. Algo que no pese porque ya sanó. 

Tiempo de observar. 
Tiempo de darle al botón de pause
Y tiempo de darme a mí misma un tiempo para pensar con claridad.

Le encuentro el sentido al malvavisco de mi rostro. Vino a acentuar mi propia incomodidad. Lo invito a estacionar en la playa de las dudas, donde la rueda ya no es vertiginosa y la velocidad se reduce a cero. Que vengan de a una las preguntas. Les presentaré a las respuestas típicas junto con sus sustitutas.



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