La figura

Cuando las puertas se abrieron y la goma chirrió, el viento golpeó mi rostro como si jugara a la mancha. Bajé el escalón rápidamente sobre la esquina de Bermúdez y Jonte. Emponchada, como de costumbre, comencé la búsqueda.
Pensé que lo encontraría fácilmente pero no fue así. Un vistazo rápido a los alrededores pero nada, ni un mínimo rastro. Paré dos segundos que bastaron para diagramar en mi mente el camino más probable de entre todos los existentes. Listo, tenía la certeza de que por allí sería, así que arranqué a caminar por Jonte hacia el oeste. Mirada al celu. Los mensajes enviados habían salido pero no llegado. Era el momento de concentrarse, de callar los pensamientos que hablan mucho para dedicarme solo a observar. Iba dando pasos llenos de tranquilidad, uno tras otro. Aún no lo había visto pero tenía paz porque sabía que vendría. Una calle más. Apreciar el rosa anaranjado del cielo. Otra calle más. Esquivar al niño en bicicleta. Otra calle más. Ahí lo vi.

Se acercaba a calle y media de distancia. Nunca falla. Puedo reconocer su figura en cualquier lugar. Aunque hayan muchas personas, el ruido abunde, yo ande cansada y la luz del atardecer bañe todo, siempre lo encuentro en seguida. Lo saludé a poca distancia para que me reconozca. Mi papá llegó a mi camino para darme lo que necesitaba. Otro caso más de aguante del viejo. Olvidé comprar una medicación y él, preocupado por mi despiste, la consiguió durante el día para que no pierda tiempo de estudio a la noche. Un capo.

Él no se da cuenta pero a veces, con su actitud, me muestra la naturaleza de otro padre más grande. El papá de las estrellas y los planetas también sale a buscar a sus hijos mientras éstos caminan por la vida. Unos tantos andan con paz, otros con incertidumbre o miedos, pero es así. Él sale a buscarlosa todos, pero sólo puede llegar a encontrarse con quienes también se concentran y lo buscan. Les da lo que tanto necesitaban y los llena de seguridad con su compañía. Mi papá, sin darse cuenta, es una sombra de ese gran papá invisible. 

Lo bueno del papá gigante es que me acompaña a todos lados. Puede llegar a todas las situaciones en cuestión de milisegundos y conoce por completo como pienso o veo el mundo por el cual camino.

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